Podemos y debemos distinguir entre dos presencias de Barth en Latinoamérica, la una de índole filosófica, la otra teológica. Miguel de Unamuno, el gran filósofo español, descubrió a Barth para el mundo hispánico, citándolo y poniendo así su nombre y algo de su pensamiento al alcance de nuestros intelectuales. Asimismo en España, en la Revista de Occidente, de gran circulación entre los medios universitarios latinoamericanos, publicó Ortega y Gasset algunos artículos sobre la persona y pensamiento de Barth. En Latinoamérica misma, la primera mención en idioma español la tenemos en la revista filosófica evangélica mejicana Luminar en el año 1938, donde se publica traducida del francés una polémica entre Blondel y Maury sobre la posición negativa de Barth en relación a la filosofía. Salvo las menciones de Unamuno, en quien se mezcla el hombre religioso, el teólogo y el filósofo, todas estas referencias a Barth se inclinan a considerarlo como parte de la reacción Kierkegaardiana contra el idealismo Hegeliano, es decir en su aspecto filosófico, en la aparente radicalidad de su negación de todo filosofar humano.
En los últimos años este aspecto ha venido a ser redescubierto en las universidades argentinas, en algunas de cuyas facultades se han dado conferencias sobre el pensamiento barthiano, si bien siempre con la dificultad de querer interpretar como filósofo a un teólogo. Al parecer quienes mejor lo entienden son los representantes del neotomismo, que lo conocen a través de las obras de Von Balthasar y Hamer. Sin embargo siempre existe la tendencia a colocarlo en la línea del existencialismo –sea éste teológico o filosófico. Tal es así (sic) que en 19454 aparece en Buenos Aires un libro del profesor Vicente Fatone, en el que Barth aparece en una misma línea junto a Heidegger, Sartre, Marcel y otros.
La presencia teológica de Barth se remonta a la llegada de las primeras traducciones francesas de algunos de sus sermones y del Credo. Se mencionaba su nombre en los seminarios, pero se notaba que su conocimiento era muy indirecto. En general era representado como el teólogo de la reacción antiliberal, que hablaba de Dios como del “totalmente otro” y que, se reconocía indulgentemente, si bien era la suya una voz profética, sin duda siendo una reacción había exagerado. Se le pagaba así un homenaje y luego se le dejaba de lado sin mayor lectura. Esta actitud dominaba en los círculos liberales. En los círculos fundamentalistas no se andaban con cortesía para sacarle de en medio. En una publicación bonaerense su nombre aparece condenado junto con otras herejías modernas como el “modernismo” y el “ecumenismo”. Claro está que se ignoraba completamente lo que se condenaba. Simplemente se le condena porque tal condenación ya había sido pronunciada en círculos fundamentalistas norteamericanos.
Si bien hombres de la talla de John Mackay, que en muchos sentidos puede ser considerado un teólogo sudamericano, conocían a fondo el pensamiento de Karl Barth, se pude afirmar que un interés serio en su obra comienza en los años de la última guerra mundial. Es desde entonces que su nombre suele estar en labios de los estudiantes de teología, y algunos artículos suyos y referencias a su pensamiento comienzan a aparecer con relativa frecuencia en periódicos eclesiásticos latinoamericanos. Hacia el fin de la guerra el incremento de contactos ecuménicos y el crecimiento del interés ecuménico en Latinoamérica misma producen una mayor posibilidad de conocer el pensamiento barthiano. El Movimiento Estudiantil Cristiano se convierte en uno de los canales por los cuales Barth se filtra en Latinoamérica.
Emilio E. Castro, “La situación teológica de Latinoamérica y la teología de Karl Barth”, Cuadernos teológicos, Nros. 18-19, 1956, pp. 9-10.
El autor es un teólogo metodista oriental, con una amplia trayectoria en el mundo ecuménico protestante, que llegó a ser Presidente del Consejo Mundial de Iglesias en Ginebra. Estudió con Karl Barth en Basilea en 1953-54. Existe una biografía de su vida y obra: Manuel Quintero Pérez-Carlos Sintado, Pasión y compromiso con el Reino de Dios. El testimonio ecuménico de Emilio Castro, Buenos Aires: Kairós, 2007. En la obra se insertan varias fotografías. La que más me conmovió es una donde aparece junto al ex presidente de la Argentina, el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín, durante su visita al Consejo Mundial de Iglesias en Ginebra, en junio de 1987.
El autor cita a Vicente Fatone y su obra: La existencia humana y sus filósofos. Heidegger, Jaspers, Barth, Chestov, Berdiaeff, Zubiri, Marcel, Lavelle, Sartre, Abbagnano. Buenos Aires: Raigal. Fatone fue un destacado filósofo argentino. Recibió el doctorado honoris causa por la Universidad Nacional del Sur en Bahía Blanca, en 1962, ocho meses antes de su muerte.
AFR
Ramos Mejía, 14 de setiembre de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario