viernes, 6 de mayo de 2011

Barth visto a la luz de su tiempo. Por Guillermo W. Méndez

Creo que, a Karl Barth, muchos lo critican sin considerar fielmente su contexto. Y esto se reafirma al estudiar sus reacciones, sus opciones y los grupos a los cuales respondía. En algunos espacios ecuménicos Karl Barth representa un hueso duro de roer, por haber optado ubicarse muy próximo a la “teología reformada”. ¿Qué se le critica? Se censura, su lenguaje, sus concepciones “cerradas” y su “metodología” carente (al menos en apariencia) de colores, espacios, articulaciones y elementos más variados. Pero esta lectura es superficial, en tanto no ve todo lo que Barth representa. Además, se da en el marco de la crítica a otra cosa, a la tradición fundamentalista evangélica de finales de siglo XX. Barth no se ubica en esa corriente, cosa que queda clara al leer los escritos fundamentalistas en donde sus autores critican y ubican a Barth entre los “liberales” a los que él cuestiona.
Hay dos cosas a rescatar. En primer lugar, y este es el primer punto de encuentro con las Teologías de la Liberación, como resalta el mismo Gustavo Gutiérrez, Barth fue una persona coherente, en su compromiso social y político, con el contexto difícil por el que atravesaba su pais anfitrión, Alemania. Impulsó, junto a Bonhoeffer, la iglesia confesante como un espacio evangélico de resistencia al régimen nazi. Es interesante, en este sentido, la comparación que hace Gutiérrez entre Karl Barth y Rudolf Bultmann: de este último, se dice que desarrolló una teología más crítica y que tendía a una práctica cristiana “existencial y desmitologizada” (o sea, en apariencia más realista en cuanto al contexto histórico), pero no representa un ejemplo de resistencia y de actitud crítica ante los sistemas que dominaban su contexto (todo lo contrario ¡contemporizó con ellos!), a diferencia de las mas claras posturas de Karl Barth.
En segundo lugar, los textos de Barth muestran, en mi opinión, una lucha entre lo que él quiere dejar atrás y lo que realmente desea afirmar. ¿Qué quiero decir con esto? Karl Barth proviene de un trasfondo teológico liberal, en el cual algunos de sus maestros más influyentes son Ernst Troeltsch, Willhem Herrmann, Adolf von Harnack y Hernst Ritschl. Su decepción, y consiguiente separación de esta corriente teológica, comenzó a principios del siglo XX, tras la primera guerra mundial, donde varios de sus profesores concordaban con el régimen alemán en ideas “proto-nazis”, lo cual se consumaría algunas décadas más tarde.
Es a partir de aquí que hay que entender el vocabulario de Barth y su firme lucha por rescatar ciertos elementos, en aquel momento, críticos, “anti-liberales”, como la centralidad de la Biblia, la experiencia de la fe y la “cristo-centralidad” (en este último caso, en respuesta al fuerte ataque de parte de la crítica a las concepciones cristológicas tradicionales). Por tanto, creo que sería injusto o llanamente errado relacionar a Barth con alguna especie de proto-conservadurismo, es decir, como antecedente del neo-conservadurismo del siglo XX.
Lejos de esto, vemos en Karl Barth un personaje que intenta rescatar ciertos elementos de la tradición cristiana reformada pero, metodológicamente, sin dogmatizarlos y sin estancarlos en un discurso inflexible. Intenta re conceptualizarlos a la luz de nuevas experiencias históricas, situadas lejos de la experiencia de sus profesores, para producir un compromiso diferente ante los males de la sociedad de principios del siglo XX. No es cosa gratuita que Hans Küng diga que Barth y su dogmática constituyen, en el siglo XX, la obra del primer teólogo “postmoderno”. Por esta razón, no sería correcto situar a Barth como conservador, simplemente por el hecho de haber reaccionado contra la teología liberal. Su reacción no fue una especie de espanto sobre lo que decían sus profesores (como lo pintan algunos comentaristas) sino más bien contra la incoherencia de una teología que se levantaba como “renovadora” y más histórica pero que apoyaba explícitamente los mecanismos de opresión y muerte de la historia. Barth vio en la reconceptualización de algunos elementos tradicionales de la fe cristiana la manera de enfrentar el mal de la sociedad y de la iglesia del momento.
La vida de Karl Barth sostiene todo esto. Fue un fuerte propulsor de los movimientos sindicales entre las clases obreras al haber bebido del socialismo de su día. Promovió la confesión de fe de Barmen y la formación de la iglesia confesante, uno de los cursos de acción evangélicos alternativos en la lucha contra el régimen de Hitler. Esas ideas estaban claras desde el momento en que se dio el irrestricto apoyo de sus maestros a las políticas del Kaiser, sin afirmar a Jesucristo. Su teología, lejos de ser un impedimento para su compromiso social, y menos aún una contradicción en sí misma, se fue construyendo en respuesta a los males del momento en un intento de repensar la historia a la luz del Jesús de Nazaret. Por eso, su crítica a la ilustración y al racionalismo solo puede entenderse como un salto de fe hacia Jesucristo quien afirma la vida de Dios en medio de los desmanes y falsos “señores” del ser humano.


Guillermo Waldemar Méndez es guatemalteco. Posee maestrías en ciencias sociales, economía y teología. Es profesor de Sagrada Escritura y docente con una amplia experiencia. Enseña en la Universidad Francisco Marroquín, de la ciudad de Guatemala. Agradezco a mi gran amigo Guillermo por este importante aporte a nuestro blog barthiano.