El filósofo italiano Giacomo Marramao, que
recientemente dictó una conferencia en la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad de Buenos Aires, siempre ha incorporado a su reflexión sobre
filosofía política los conceptos teológicos. En una de sus obras titulada Cielo y tierra, Genealogía de la
secularización, comenta el aporte de Karl Barth al tema de la
secularización vista desde un ángulo positivo.
Siguiendo a Hermann Lübbe, Marramao afirma que los
textos barthianos de los años 1920 “no contienen ningún programa dirigido a
salvar o promover una civilización cristiana, sino que, por el contrario,
buscan desenmascarar las ‘ilusiones’, la idea de que la familia, el Estado o la
sociedad puedan ser ‘cristianizados’.” (p. 82). Para Marramao esta tesis tiene
un efecto liberador que es anunciada por la teología dialéctica (otro modo de
denominar a la teología de Barth, llamada también “neo-ortodoxia). Explica el
filósofo italiano: por un lado, la
secularización es teológicamente
legitimada como función de comprensión de la autonomía del mundo moderno profano,
emancipado del equívoco de la christliche
Kultur, de la ‘civilización cristiana’, por
otro lado, la liberación del mundo,
que puede ser así ‘solamente’ mundo, se convierte, al mismo tiempo, en
liberación de la fe por el mundo,
rescate de la religio de las cadenas
del siglo.” (Ibid.).
Nunca está de más
aclarar que una cosa es la secularización
y otra el secularismo, como bien
distingue y explica Harvie Cox en La
ciudad secular