La revelación de Dios es su realidad objetiva en la encarnación de la Palabra, en el hecho de que él, el único eterno Dios, es al mismo tiempo verdadero hombre semejante a nosotros. La revelación es su realidad objetiva en la persona de Jesucristo. …
“La encarnación de la Palabra” afirma la presencia de Dios en nuestro mundo como un miembro de este mundo, como Hombre entre los hombres. De ese modo, la revelación de Dios es para nosotros, y nuestra reconciliación es con Él. Que esta revelación y reconciliación ya han ocurrido es el contenido del mensaje de la Navidad. Pero aún en el mismo acto de conocer esta realidad y de oír el mensaje de la Navidad, nosotros tenemos que describir el encuentro de Dios y el mundo, de Dios y el hombre en la persona de Jesucristo –y no sólo el encuentro sino su llegar a ser uno con nosotros– como lo inconcebible.
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Cuando hablamos de conocer la encarnación de la Palabra, en la persona de Jesucristo estamos hablando de algo totalmente otro. Si el objeto de la cristología, “verdadero Dios y verdadero hombre” es objetivamente real para nosotros, entonces todo lo que podemos llegar por nuestra experiencia y nuestro pensamiento es la realización de que la experiencia y el pensamiento están delimitados, determinados y dominados por algo totalmente fuera y arriba de nosotros.
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Este es el misterio de la Navidad tal cual está indicado en la Escritura y en el dogma de la Iglesia con referencia al milagro de la Navidad. Este milagro es la concepción de Jesucristo por el Espíritu Santo o su nacimiento de la Virgen María.
Con éstos párrafos de la Church Dogmatics, I.2, pp. 172-173 deseo una muy feliz Navidad a todos nuestros lectores.