sábado, 5 de febrero de 2011

Karl Barth contra el nazismo




Como señala Daniel Cornu en su incisivo análisis Karl Barth et la politiqué , (traducido al portugués como Karl Barth, teólogo da Liberdade) el año 1933 marca el comienzo de lo que será la lucha de la Iglesia confesante frente a las tendencias hegemónicas del régimen nazi. La Alemania anterior a Hitler intentó durante catorce años ser una verdadera democracia pero la República de Weimar se extinguió en medio de un clima de intrigas y conspiraciones. El 30 de enero de 1933, el presidente Hindenburg le confió a Hitler la cancillería del Reich. De ese modo, los nacionalsocialistas subían al poder. El 28 de febrero, Hitler obtiene del presidente un decreto destinado “a proteger al pueblo y al Estado”. La importancia del decreto radica en que suspendía siete secciones de la Constitución de Weimar que aseguraba la libertad de opinión, de reunión y de empresa. Gradualmente, Hitler va sumando más poder con lo cual, los eventos eclesiásticos se precipitan. Describe Cornu: Describe Cornu:
Mientras los “cristianos alemanes” buscan crear una Iglesia del Reich que sea nacionalsocialista proclamando una “revolución” al interior de la Iglesia, el canciller nombra –el 25 de abril de 1933– al pastor Ludwig Müller, su amigo y capellán militar en Königsberg, para el cargo de consejero, dotado de plenos poderes para los asuntos relativos a la Iglesia Evangélica. Y, para evitar una “revolución” eclesiástica proyectada por los “cristianos alemanes” (que pueden provocar una reacción muy fuerte en el seno de la Iglesia), él la desaprobaba, adoptando, por su cuenta el principio de una Reichskirche [Iglesia del Reich].

La primera reacción de Barth a esta estrategia es expresada en su manifiesto La existencia teológica hoy, escrita en la madrugada de los días 24 y 25 de junio. Se expresa como teólogo “de cara a una cuestión eclesiástica e, indirectamente, de una cuestión política.”
El 4 de enero de 1934 la situación se agudiza, ya que Ludwig Müller promulga un decreto por el cual “toda participación de un pastor en la política de la Iglesia será considerada como una infracción a la disciplina eclesiástica y la falta implicará la suspensión inmediata en sus funciones.” Este es el contexto en que surge la Confesión de Barmen, donde la Iglesia confesante –opuesta al Führer– se va a pronunciar. El encuentro se produce el 31 de mayo de 1934 en la ciudad de Barmen que fue preparada por los teólogos Breit, Asmussen y el propio Barth siendo este último el responsable del texto final. En su parte esencial, esta confesión expresa:
Haciendo frente a los errores de los Cristianos alemanes y del gobierno de la Iglesia del Reich que causan estragos en la Iglesia y despedazan la unidad de la Iglesia evangélica alemana, confesamos las verdades evangélicas siguientes: 1. Yo soy el camino, la verdad y la vida y nadie viene al Padre sino por mí (Juan 14:16). De cierto de cierto os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Yo soy la puerta, el que por mí entrare, será salvo (Juan 10:1 y 9). Jesucristo, según el testimonio de la sagrada Escritura, es la única Palabra de Dios. Debemos de escucharla a ella sola, a ella sola debemos confianza y obediencia, en la vida y en la muerte.

El artículo 4 es digno de ser citado por la energía que representa: “El sacerdocio universal, igualdad fundamental de todos los cristianos delante de Dios, rechazando la aplicación a la Iglesia del Führerprinzip.” La declaración es un firme posicionamiento en contra del nazismo y de su Führer, ya que sus pretensiones hegemónicas son rechazadas enérgicamente ya que para la Iglesia confesante, hay un solo Señor y una sola palabra de Dios: Jesucristo.



Extracto de mi libro: Reino, política y misión, que será publicado por Ediciones Puma, de Lima, Perú, en mayo próximo.